Sobre la fotografía, Susan Sontag


Para comenzar Sontag en su reflexión hace mención de la Caverna de platón en una persistencia del ser humano por retomarla, las fotografías al igual que las sombras proyectadas sólo son una representación de la verdad, desde 1839 hemos tenido la intención de fotografiar todo lo que podamos, somos una sociedad educada mediante imágenes que nos indican que es lo que debemos mirar, el pedazo de mundo o historia que merece la pena recordar, sin cuestionarnos siquiera la veracidad de dichas imágenes porque sin importar que tan distorsionadas o no estén nos muestran algo que sin duda estuvo ahí.
En este primer capítulo hace mención del filme Les carabiniers (1963), de Godart donde los protagonistas aceptan ir a la guerra con la promesa de que podrán poseer grandes riquezas, mujeres, autos etc. Al final regresan con el motín que es una maleta repleta de fotografías de monumentos, obras de arte, tesoros del mundo, paisajes y objetos, esas imágenes son una forma de posesión como lo menciona Susan en el texto “fotografiar es apropiarse de lo fotografiado” y al mismo tiempo se violenta contra el objeto al tratar de poseerse como bien lo dice  “todo uso de la cámara implica una agresión” y esta película ejemplifica bien ya que su sed de conquistar el mundo a través de imágenes es el mismo que ha tenido la fotografía de buscar la captura del mayor número de temas, nos da la sensación de poder coleccionar el mundo.
Con la industrialización la cámara dejo de ser uso exclusivo de ricos y privilegiados a ser accesible para casi todos, a partir de entonces se integró a la vida familiar para conmemorar acontecimientos sin importar cuales, crear álbumes familiares que perpetúan el pasado y el recuerdo de los que ya no están. fotografiar se convirtió en un ritual, se volvió impensable salir de vacaciones y no llevar una cámara consigo, el capturar una imagen nos hace sentir parte de algo, es el testimonio de que estuvimos en aquel lugar, “el acto fotográfico es el modo de certificar la experiencia”
Susan Sontag menciona que el poseer una cámara convierte a la persona en algo activo, un voyeur, esta comparación me es interesante porque no necesariamente es de carácter sexual, si no el acto de observar de manera más que pasiva algo que está aconteciendo, sin importar su carácter moral, implica ser cómplice de todo aquello que parezca interesante sin importar siquiera si se trata de salvar una vida, ¿hasta qué punto se vuelve inmoral la fotografía? Creo que ese es un buen cuestionamiento que nos hace plantearnos, pese a que la fotografía también se haga con el fin de crear conciencia su ética tiende a ser muy frágil, todas esas imágenes de guerras, de los campos de concentración nazis al parecer contribuyen más a una desensibilización que a una concientización. La fotografía dejo de ser sólo una actividad de ocio y comenzaron a ser objeto de control de importantes instituciones y como técnicas de información, sabernos informados de lo que acontece y aceptarlo como verdad porque así lo registro la cámara sin embargo lo que nos muestra es sólo una porción de la realidad “no obstante, la representación de la realidad de una cámara siempre debe ocultar más de lo que muestra” nos convertimos en una sociedad que vive, conoce y se comunica mediante imágenes con la necesidad de confirmar la realidad y perpetuar las experiencias mediante fotografías, al final todo lo reducimos a códigos visuales, “Mallarmé, afirmo que en el mundo todo existe para terminar en un libro. Hoy todo existe para terminar en una fotografía”
Para hablar de Estados Unidos Susan toma como referencia a Walt Whitman en el momento escribió Hojas de hierba (1855) Hablaba de una gran revolución cultural buscaba unificar la concepción de belleza y fealdad, decía que “cada objeto, condición, combinación o procesos precisos exhibe una belleza” sin embargo todo lo  pregonado no surtió el efecto deseado si no que todo lo contrario pese al entusiasmo de algunos seguidores de su doctrina, fue en 1955 Edward Steichen organizó una exposición titulada “ La familia humana” eran quinientas tres fotografías y tres fotógrafos de sesenta y ocho países, las personas retratadas tenían cuerpos  y rostros bellos  con esto buscaban que los espectadores se sintieran identificados con los temas y parte de la gente retratada, así como Whitman  deseaba que los lectores de sus poemas se identificaran con él.
En 1972 en el Museo de Arte Moderno se presentó la exposición retrospectiva de la obra de Diane Arbus, eran ciento doce fotografías tomadas por la misma persona todas similares, casi todos retratos, curiosamente transmitían una sensación contraria a la tranquilizadora calidez del material de Steichen, Arbus había retratado monstruos diversos, en su mayoría feos con ropa grotesca y desfavorable en sitios desoladores, eran personas que posaban  a conciencia mirando fijamente a la cámara, resulta un contraste tremendo comparar ambos trabajos, se decía que “la exposición de Steinchen era un estímulo y la de Arbus un bajón”  ella no buscaba generar empatía, “ sus fotografías ofrecen la oportunidad de demostrar que el horror de la vida puede ser afrontado sin remilgos” sin duda nos hace posar la mirada al otro extremo lejos de la afirmación  Whitmaniana, nos muestra ese lado oscuro de Norteamérica, ese submundo poblado de miseria y suciedad, en Estados Unidos un país surrealista por excelencia.
Sontag erige a la fotografía como el único arte surreal de origen no es necesaria la manipulación la fotografía no depende de un exceso de intenciones tales como la pintura que es meticulosamente planeada basada en temas oníricos etc. La fotografía más bien debe su existencia a una cooperación libre entre el fotógrafo y tema, con artefactos cada vez más automatizados que dan resultados interesantes.
El surrealismo en la fotografía está ligado a una visión clasista contrario a lo que pensaban sus militantes pues el tema preponderante es casi siempre la pobreza y el sexo los temas tabúes que se apartan de una realidad oficial, observar una realidad ajena a ellos “lo surreal es la distancia que la fotografía franquea: la distancia social y la distancia temporal”
Apropiarnos de la historia a través de imágenes nos genera una fascinación y melancolía, mediante la fotografía podemos darle seguimiento a la mortalidad ajena y propia como un recordatorio que nos invita al sentimentalismo. Al fotógrafo igual que un coleccionista lo anima una pasión, el querer coleccionar diferentes temas sin importar cuál sea, lo selecciona respecto a sus valores, sus cualidades que hacen de ese objeto único con una tendencia por las rarezas, la basura, lo kitch. “Los fotógrafos operando dentro de los términos de la sensibilidad surrealista, insinúan la vanidad de intentar siquiera comprender el mundo y en cambio nos proponen que lo coleccionemos”

Estar frente a una cámara nos intimida y no por el simple hecho de sentirnos agredidos si no por el temor a no ser aprobados por dicho artefacto, esperamos una imagen idealizada, lucir mejor que nunca, esto nos hace volver un poco al mundo de las apariencias pues la foto no se limita a registrar la realidad si no que altera nuestra idea de lo que es, nos brinda un nuevo modo de ver, de evaluar el mundo de manera individual, de descubrir la belleza de todas aquellas cosas que usualmente pasan desapercibidas, Edward Weston fue uno de los mayores propulsores de este  heroísmo de la visión, profesaba la búsqueda de la belleza en los objetos cotidianos e inspirado en otros artistas más, buscaba la autonomía de la fotografía como un arte particular, que nada debía a la pintura ni a otras artes, ayudo de manera importante a legitimar la fotografía otorgándole un lugar imperante en el medio artístico moderno.
Esta nueva forma de mirar nos permitía la abstracción del mundo, hacer un enfoque a lo que comúnmente dejamos fuera, “lo que antes sólo veía un ojo inteligente ahora lo puede ver cualquiera. Instruido por fotografías” Weston estuvo más preocupado por la abstracción, por el descubrimiento de formas que por producir obras con conciencia social sin embargo sus ideas poco a poco fueron perdiendo sentido, las generaciones que le sucedieron optaron por bellezas más oscuras, mostrar el desorden, develar la verdad y no la belleza.
Continuando con el texto se me vino a la mente el dicho –Una imagen dice más que mil palabras-  sin embargo difícilmente una imagen se puede prestar a una sola lectura porque la fotografía es un objeto en un contexto que sufre un proceso mediante el cual sus usos originales se modifican y finalmente son suplantados por otros, es así como lo moralistas entusiastas de la fotografía esperaban que las palabras salvaran a la imagen y proponían recurrir a un pie de página que hablara de aquello que la imagen no contaba por sí misma.

Más allá de los argumentos morales a favor que haya entorno a la fotografía, su efecto principal es el de reducir al mundo en artículo de consumo, ascendido a un objeto de apreciación estética. Para la fotografía no hay tema que no pueda ser realzado y embellecido esta capacidad “deriva de su relativa debilidad como medio para comunicar la verdad”. 

Comentarios